“¿Hablará alguien? Me imagino que al menos el técnico lo hará”, se preguntaban los periodistas tucumanos en la zona mixta del “Gigante de Arroyito”. La ansiedad y el murmullo eran notables mientras los micrófonos y las cámaras comenzaban a posicionarse. Desde la prensa oficial del torneo impuesta por la AFA intentaban mantener el orden. “Por un lado los que entrevistarán a los jugadores de Aldosivi, y por el otro, los de San Martín”, indicaba el encargado, tratando de calmar el movimiento en el área.

Una valla, casi simbólica, dividía las emociones. Del lado del “Tiburón”, los jugadores y sus allegados pasaban con sonrisas amplias, portando camisetas blancas con la frase “Aldosivi, de Primera”. Entre abrazos y felicitaciones, el festejo era palpable: cada uno de ellos reflejaba una alegría que durará días. En cambio, el lado del “Santo” presentaba una imagen sombría y silenciosa.

Los utileros del conjunto de La Ciudadela, con los ojos rojos por las lágrimas, avanzaban hacia los dos colectivos que los llevarían de regreso a la provincia. La cabeza gacha y el paso lento hablaban de una charla emotiva en el vestuario y de la tristeza por una oportunidad inmejorable que se había escapado.

Fue en ese contexto que apareció Diego Flores decidido a enfrentar a la prensa. Su presencia era una muestra de profesionalismo y liderazgo en medio de la tristeza.

Visiblemente afectado, el técnico reconoció que no era el momento de analizar el partido en detalle. “Vinimos con la ilusión de coronar un gran torneo con el ascenso. Sabíamos que iba a ser un partido difícil, y aunque generamos muchas situaciones, no logramos el empate ni mucho menos el 2-1 para cambiar la dinámica emocional del juego”, aseguró Flores.

Minutos más tarde, llegaría la pregunta sobre la ausencia de Matías Ignacio García; esa misma que se hacían los hinchas en el comienzo del partido. Ante esa consulta, la respuesta del DT fue directa y contundente.

“Traductor” explicó que la inclusión de Ulises Vera en el “11” titular fue una elección táctica, diseñada para dar una nueva dinámica al equipo. Este cambio, sin embargo, no dejó de ser llamativo para los hinchas que esperaban la misma formación que había dado frutos en los partidos anteriores.

Con la popular norte y la platea Cordiviola del “Gigante de Arroyito” repleta, Flores “pidió perdón” y agradeció el sacrificio de haber viajado hasta Rosario. “El hincha de San Martín es un espectáculo. Lo que hicieron hoy fue impresionante. Viajaron kilómetros, dejaron todo para estar aquí y alentarnos. Esto no es común, se necesita una gran pasión y amor por el club. La pena es no haber podido retribuirles en el campo de juego. Ellos confiaron en nosotros, nos acompañaron hasta el final, y nos duele no haberles dado la alegría que merecían”, expresó.

En medio de esas palabras, que mostraban un poco de esperanzas, todavía quedaba la conmoción por el resultado. Eso generó una especie de tristeza y bronca en Flores. Claro; San Martín fue el mejor a lo largo de la temporada, pero su destino quedó marcado por un sólo partido.

“Este es un grupo de hombres, de jugadores con experiencia y una enorme unión. Esto es fútbol, y como en la vida, hay que levantarse rápido. Hay que ser inteligentes y poner la actitud justa para dar vuelta esta situación. Hay que llorarlo al partido y volver a levantarnos. Nos quedan instancias decisivas, y confío plenamente en este grupo para que nos demos una nueva oportunidad”, aseguró con determinación.

Los jugadores de San Martín optaron por el silencio

Después de las declaraciones de Flores, los jugadores de San Martín comenzaron a abandonar el vestuario. La escena era desoladora: todos avanzaban cabizbajos, con rostros serios, evitando las miradas de la prensa y sin ánimo para hablar o siquiera esbozar una sonrisa. Encabezando la fila iba Nicolás Carrizo, seguido por el resto del plantel. La mayoría tenía los ojos rojos por las lágrimas y la frustración.

Los periodistas intentaron obtener alguna declaración, pero todos se negaron. “Disculpa”, dijo Lucas Diarte al ser abordado, en un tono que reflejaba no solo la tristeza del momento, sino también una especie de disculpa hacia los hinchas por el desempeño mostrado en el campo.

Los últimos en abandonar el vestuario fueron Pablo Hernández y Juan Orellana. Hernández, uno de los jugadores más afectados, se llevó la camiseta al rostro cuando el árbitro decretó el final, como si intentara ocultar la profunda desilusión. Orellana, por su parte, mantenía una seriedad que dejaba entrever la magnitud del dolor que sentía. Fue un golpe duro, y la sensación de una oportunidad perdida se mezclaba con la determinación de volver a intentarlo.

 La zona mixta volvió a quedar en silencio. Sólo quedaba la promesa de Flores y la convicción de que el equipo haría todo lo posible para sobreponerse a este revés. “No tengo dudas de que vamos a salir adelante”, dijo Flores antes de irse.